18. ¿POR QUÉ LA TAUROMAQUIA NO CONLLEVA TORTURA NI MALTRATO ANIMAL? ¿QUÉ ES REALMENTE EL MALTRATO ANIMAL?



“Barbarie es pintarse de rojo simulando a un toro herido
y confundir la sangre de las personas con la de los animales”

Fernando Savater, filósofo y escritor












Una de las principales artimañas del movimiento animalista-antitaurino ha consistido en identificar y equiparar la tauromaquia con el maltrato animal, cuestiones que nada tienen que ver. Pero de este modo, aprovechándose de la sensibilidad natural del ser humano hacia los animales, han llegado a distorsionar la imagen social de la tauromaquia, mediante una aberrante cadena de manipulaciones (ver apartados 10-14). Esta falsa imagen del espectáculo taurino ha llegado a calar en aquella parte de la sociedad que no tiene un contacto directo con el toro de lidia y que desconoce la verdadera esencia del arte taurino, hasta el punto de que muchas personas, en su lenguaje cotidiano, equiparan el maltrato, la tortura o la crueldad con la tauromaquia. Más aún con el soporte de las redes sociales -verdaderas armas de destrucción masiva- en las que cualquiera tiene derecho a calumniar, insultar, difamar o polemizar sobre cualquier persona o colectivo incluso desde un total desconocimiento del tema en cuestión.
Imágenestomadas de www.es.paperblog.com, www.torreguia.es y www.cardenosyjaboneros.blogspot.com

El trillado eslogan de “La tortura no es cultura” -que incluso da nombre a una plataforma- es un despropósito y una auténtica cipotada. En primer lugar, porque la tauromaquia no tiene nada que ver con la tortura, ni con el maltrato animal, como vamos a comprobar inmediatamente. En segundo lugar, porque negar la condición cultural de la tauromaquia sería hacer una tremenda exhibición de ignorancia. En todo caso, la única tortura en este sentido es la que conlleva soportar el desconocimiento, la tremenda manipulación y la increíble maldad de un movimiento animalista manejado por unos oscuros intereses que ya han sido referidos (ver apartados 15-16). 

El diccionario de la RAE define “tortura” como “Grave dolor físico o psicológico infligido a alguien, con métodos y utensilios diversos, con el fin de obtener de él una confesión, o como medio de castigo”. El término “maltratar” viene conceptuado como “Tratar mal a alguien de palabra u obra”. Y como ya se dijo anteriormente, el verbo “asesinar” como “matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa”. Evidentemente, en los tres casos, el significado de estos términos se circunscribe exclusivamente a las personas, no a los animales. Ante las dudas, comprobamos también que el pronombre “alguien” viene definido del siguiente modo: “Designa una o varias personas cuya identidad no se conoce o no se desvela”. Por lo tanto, la propia utilización de términos como tortura, maltrato o asesinato en aplicación a los animales suponen una clara deformación del lenguaje que los movimientos animalistas han hecho cotidiana, consiguiendo que se acepte y se consienta socialmente. 

Ya quedó explicado que si ampliáramos el concepto de “asesinato” al ámbito animal, todos seríamos asesinos, desde el carnicero o matarife hasta los que eliminan las plagas de pulgas, larvas, hormigas o ratas, pasando por los que matamos mosquitos, arañas o cucarachas. Es más, la utilización del término “asesino” para referirse a quien mata animales supone un inadmisible disparate que roza el delito y sobre el cual las propias autoridades deberían tomar medidas de forma contundente.  
Imágenes tomadas de www.albaalbergue.wordpress.com y ww.elcorreo.com

Imagen de www.limitesalvaje.blogspot.com
El mismo concepto de “maltrato animal” resulta muy discutible y difícil de precisar. Como también es discutible emplear en relación con los animales términos como tortura, barbarie o crueldad. En todo caso, quien sería cruel sería la propia vida. La propia naturaleza. Recordemos por enésima vez que en el medio natural los animales se comen unos a otros. Se destripan vivos; se devoran. Y recordemos que el hombre es omnívoro y depredador; como depredadores son el tigre, el león, el tiburón, el leopardo o el zorro. Y que además, el ser humano, desde que habita sobre este planeta, utilizó y sacrificó animales con fines de alimentación, abrigo, transporte, trabajo, obtención de materias primas, fabricación de todo tipo de utensilios, elaboración de productos cosméticos, farmacológicos, investigación científica, etc. Y por supuesto, también con fines lúdicos, culturales y artísticos, desde la más remota prehistoria. Desde las peleas de gallos a los circos con animales, pasando por los espectáculos taurinos, la equitación o las carreras de galgos. De paso, recordemos también la incongruencia y el despropósito de los supuestos “derechos de los animales”, un mero desbarro del movimiento animalista en complicidad con la industria de la mascota. No vamos a incidir de nuevo en todos estos aspectos. Nos remitimos a los apartados 3, 4, 5, 6 y 7. 




Pero además, incluso aceptando que conceptos como tortura, maltrato o crueldad pudieran aplicarse a los animales, nada tendrían que ver con la tauromaquia. ¿Por qué? ¿Qué sería realmente el maltrato animal? Analicemos. 

Para filósofos de la talla de Francis Wolff o Fernando Savater, en la relación que se establece entre el hombre y los animales, el maltrato hacia éstos vendría definido por un trato contrario a su propia naturaleza. Recordemos que, desde un punto de vista ético, Wolff establece en tres niveles los deberes que ha de tener el ser humano con los animales: 1: respetarles, pero como el otro, no como semejantes porque no lo son. 2: respetar su naturaleza, es decir, tratarles de acuerdo con sus características, con su “animalidad”. 3: respetar las relaciones afectivas del ser humano con ellos.

Por lo tanto, el buen trato hacia los animales vendría definido por una utilización de los mismos que sea coherente con sus características y naturaleza. En este sentido, vienen  a colación las palabras del catedrático en medicina y escritor Rafael Comino Delgado, expresadas en el programa “Kikiriki”, de Canal Plus Toros, el 28 de Enero de 2016:

“Cuando hablemos de maltrato animal tendríamos que precisar, porque si no podemos llevar a confusión. Si yo tengo a un caballo sin darle de beber durante 7 días, eso es maltrato animal. Pero si a un camello lo tengo 7 días sin beber, no es maltrato animal, porque el camello puede aguantar muchísimo más tiempo. Si yo tengo una cabra y la someto a 50 grados bajo 0 durante 48 horas, eso es maltrato animal. Pero si yo pongo a un pingüino a 50 grados bajo 0 durante 48 horas, eso no es maltrato animal. Así podríamos seguir poniendo ejemplos. El toro es un animal que por su sistema endocrino, por su sistema nervioso y por su fisiología está especialmente diseñado para atacar. Es de los pocos animales en la naturaleza que está especialmente diseñado para ello”. 

En este sentido, también habría que preguntarse si tener a un jilguero encerrado en una jaula, o a un gato en un piso, no sería una forma de maltrato animal. Por no hablar de tomar a un perro, ponerle un chaleco, un lacito y un gorro, llevarle a la peluquería, al spa y a un cumpleaños para mascotas... Y por no hablar del altísimo porcentaje de mascotas que son castradas por la propia petición de los dueños. ¡El colmo del cinismo del movimiento animalista! Pero claro, de eso no se habla. Esta cuestión no entra dentro de lo políticamente correcto en el debate animalista. Cada castración reporta entre 90 y 300 euros a la multimillonaria industria de la mascota. A su vez, esta industria tiene grandes intereses en el propio apoyo económico a las organizaciones animalistas… (ver apartado 16). Ahora bien, al margen de este oscuro entramado, en todos estos casos se está tratando al animal de una forma contraria a su naturaleza. Muy evidente en lo que atañe a las castraciones de mascotas. ¿Dónde está realmente el maltrato animal?



¿Y si hablamos de las granjas industriales? Cientos de animales estabulados en espacios reducidos, sin apenas poder moverse. Engordados y cebados artificialmente para aumentar su productividad. ¿Y si hablamos de la fiesta del cordero? Cientos de corderos degollados de oreja a oreja, de tal manera que se ahogan en su propia sangre. Dicho con todo el respeto hacia un rito religioso ancestral y totalmente legítimo. Pero parece que los animalistas son bastante cobardes a la hora de tocar ciertos temas y meterse en berenjenales que no les interesan. Es más fácil atacar al mundo taurino, mucho más tolerante y pacífico. 

Y por supuesto, no olvidaremos algunas acciones de los propios colectivos animalistas, como la quema de establos -con caballos dentro- en EEUU; o la suelta de visones de las granjas gallegas, que acabaron muriendo de hambre o devorados por los depredadores (ver apartado 9). ¿Dónde está realmente el maltrato animal? ¿Por qué hay que asumir el concepto de maltrato animal que nos está imponiendo ese animalismo urbanita e ignorante? Un animalismo desconectado de la realidad misma de la fauna y de su hábitat natural.  

La clave del buen trato a los animales no es otra que tratar a cada especie de acuerdo a su condición y naturaleza. Evidentemente, la naturaleza de un toro es muy distinta a la de un perro, a la de un canario o a la de un lenguado. En el espectáculo taurino, el animal es respetado y tratado conforme a su naturaleza. El toro bravo no es una mascota ni un animal de compañía, sino un luchador, un animal naturalmente dotado para el combate (ver apartado 17). Su fortaleza, agresividad y fiereza ha maravillado al ser humano desde que ambos coexisten en este planeta. Pero además, el toro bravo actual ha sido diseñado genéticamente para la lidia, en un extraordinario proceso de selección llevado a cabo por los ganaderos españoles durante más de 300 años. Esto explica las palabras de Victorino Martín: “el toro es la gran aportación de España a la zootecnia mundial”. Y un animal, además, alimentado y preparado físicamente para la corrida durante varios años. Por todo ello, la actitud propia en el toro es la lucha entregada, la embestida celosa y encastada hasta llegar al límite de la propia extenuación física. 


Podríamos hablar nuevamente del gran umbral del dolor presente en el toro, que le aporta una enorme resistencia natural ante los estímulos dolorosos. O de la mitigación del dolor debida a sus adaptaciones fisiológicas durante la lidia, en virtud de las peculiaridades de un sistema neuro-endocrino que lo diferencia del resto de animales. Son aspectos demostrados científicamente a través de multitud de tesis doctorales y estudios veterinarios. Pero estas cuestiones ya han sido desarrolladas en el apartado 17. A él nos remitimos. Y en contrapartida con los quince minutos de lucha entregada, el toro vive 4 ó 5 años en la libertad del campo, con todos los cuidados y atenciones por parte de ganaderos y veterinarios. Privilegio que pocas especies poseen. Recordemos además, que sólo un pequeño porcentaje de las reses criadas en una ganadería de bravo son lidiadas en la plaza. El resto permanecen en la dehesa para el mantenimiento y mejora de la especie (ver apartado 7). 
Imagen de www.ganadobravo1.blogspot.com

Pero el hecho no es solamente que el toro sea tratado de acuerdo a su propia naturaleza y condición. Es que además es respetado, venerado y casi idolatrado por parte del aficionado taurino. El animalista intenta hacer creer a la sociedad que los taurinos disfrutan con la sangre o con la muerte. Estos comentarios conllevan un acto de manipulación malintencionado y denigrante. Además de un error garrafal. Generalmente, los toreros y los taurinos en general, son grandes amantes y grandes defensores de los animales. Por cierto, defensores desde el conocimiento que proporciona su cría y manejo. Y no desde las ideas preconcebidas de un animalismo urbano alejado de la realidad. 

 Ya se ha comentado que ningún aficionado taurino va a los toros a ver sangre, padecimiento o muerte. La esencia del espectáculo no es el dolor, sino la exaltación de la bravura del toro, el culto a su propia existencia. Por eso a este animal se le venera de tal forma. Es el único ser vivo que ha desarrollado esta cualidad tan compleja, cualidad que encierra multitud de comportamientos y matices. No es objeto de este blog penetrar en la naturaleza y misterios de la bravura. Para ello ya hay cientos de libros y estudios. Pero es preciso recordar que lo que hace disfrutar al aficionado es el comportamiento encastado y entregado de un animal que es admirado como un verdadero tótem. Y junto a ello, la lucha ética e igualada que asume el ser humano al arriesgar su propia vida frente a él. Más aún. De este enfrentamiento milenario se deriva una extraordinaria dimensión estética, artística, cultural y simbólica. 
Imagen de www.paseillo.pe

No es sencillo comprender en profundidad la esencia de la tauromaquia, la grandiosidad de este espectáculo y la gran riqueza de sus elementos, manifestaciones y matices. Requiere de mucho tiempo y estudio. Y no es objeto de este blog. Para ello hay miles de libros de contenido taurino. Libros, documentales, reportajes, entrevistas… No obstante, en los siguientes apartados intentaremos acercarnos a este complejo fenómeno, aunque sólo sea para poder tener una visión general del hecho taurino y de su extraordinaria complejidad. Y también para que quienes polemizan sobre este tema sin conocerlo puedan percatarse de hasta qué punto llega su propia ignorancia. 

Una vez desmontado todo el entramado del movimiento animalista-antitaurino, ha llegado el momento de introducirnos en la verdadera realidad del fenómeno taurino. Aunque sea superficialmente. A ello dedicaremos los siguientes apartados, sin duda los más agradables e interesantes de este blog. En primer lugar, tras comprender que la tauromaquia no conlleva tortura ni maltrato, pasaremos a analizar por qué sí es arte y es cultura.