4. LAS PARADOJAS DEL PENSAMIENTO ANIMALISTA



Gary Francione. Imagen de www.theveganatheist.com
Los teóricos del “movimiento de liberación animal” (Francione, Singer, Regan, etc.) han intentado extender el concepto de igualdad también hacia los animales. De este modo, han lanzado y defendido la idea de que todos los animales son iguales, incluyendo al ser humano. Este es el postulado central de la corriente animalista. Para ellos, los animales deben ser considerados al mismo nivel que las personas en dignidad y derechos. Y por la misma razón, el ser humano estaría al mismo nivel que el resto de los animales. Así lo argumentan y defienden. Para ellos el “especismo” (la diferenciación moral de unas especies con respecto a otras) es una forma de discriminación. En términos coloquiales, bien podríamos decir que “se les ha ido la pinza”. Estas ideas, además de ser utopías de mentes cándidas, suponen un disparate absurdo que conduce a varias paradojas. Vamos a desgranar algunas de ellas.

En primer lugar, si aceptamos el postulado animalista, habría que admitir que la pulga, la garrapata, la cucaracha, el tabarro, la mosca, la mariposa, la libélula, el gusano, la lagartija, la rana o el escorpión deben tener la misma dignidad y los mismos derechos que el ser humano. Los animalistas creen firmemente en ello y así lo declaran. (Como opción moral podría ser respetable. Lo que no es respetable es que intenten imponer está visión al resto de la sociedad, como pretenden). Evidentemente, si adoptamos este pensamiento nadie debería matar a las moscas que nos molestan en verano; ni eliminar de un palmetazo al mosquito que nos pica en la pantorrilla; ni matar a las hormigas y cucarachas que puedan salir en nuestra casa; ni poner veneno a las ratas que amenacen nuestra cocina, etc. Ni siquiera podríamos acabar con todas esas larvas e insectos que hay que matar para que un vegano pueda comerse una lechuga…  

Imagen tomada de www.limitesalvaje.blogspot.com
Otra de las paradojas del animalismo ya fue apuntada. Si entendemos que todos los animales -incluidos los humanos- somos iguales en dignidad y tenemos los mismos derechos, habría que preguntarse por qué el león, el tigre, el tiburón, el zorro, el lobo o el gato tienen “derecho” a matar a otros animales, pero sin embargo el ser humano no debe tenerlo. ­­–Por cierto, recordemos que los propios animales no sólo matan para comer, sino también por placer (ver apartado 3)­-. Algunos animalistas podrán argüir que el ser humano no debe matar animales porque para eso está dotado de capacidad racional. Pero precisamente es esto lo que nos otorga a los humanos una posición privilegiada dentro del orden natural. Por ello no tendría sentido utilizarla para situarnos en desventaja con respecto a las demás especies. Emplear una capacidad en contra de la propia especie sería absurdo, antinatural y anti-ecológico. Ya hemos dicho que ninguna otra especie lo haría. 

Imagen tomada de www.www.losviajeros.com
Vamos a ver. En la naturaleza unos animales se comen a otros. Se destripan vivos, se devoran. Es así. Es ley de vida. En todos los ecosistemas hay depredadores. El tiburón se come al besugo, el gato a la lagartija, el león a la gacela, el lobo al cordero, el zorro a la gallina, el pájaro al gusano... Y la existencia del depredador es esencial para el equilibrio del ecosistema. Cualquier niño de 3º de Primaria sabe que si eliminamos a cualquiera de los grupos de animales presentes en la cadena de un ecosistema -por ejemplo al depredador-, el ecosistema entero acaba desapareciendo. Todos los seres vivos que habitan en él morirían debido al desequilibrio producido en la cadena alimentaria. Huelga explicarlo.
Imagen de www.psblogdecmedio.blogspot.com

También sabe cualquier niño que los animales, según su tipo de alimentación, se clasifican en herbívoros, carnívoros y omnívoros. Pues bien, el ser humano, desde que habita este planeta, es un animal omnívoro. O sea, que come de todo: verdura y carne. Y además es depredador; igual que el león, el tigre, el gato, el guepardo, el tiburón… Con lo cual, negarle su derecho a ser depredador y a ser omnívoro no sólo es algo absurdo, sino también antinatural y anti-ecológico. Quizás el problema sea que los supuestos animalistas del movimiento anti-taurino han forjado sus cándidas mentes viendo películas y dibujos de Walt Disney donde los animales hablan y tienen cualidades humanas; pero han visto muy pocos documentales sobre la realidad de la naturaleza salvaje…    
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Otra de las paradojas del animalismo es el propio concepto de “derechos de los animales”. Un disparate repetido hasta la saciedad que será abordada en el próximo apartado. No obstante, adelantemos que muchos juristas y filósofos coinciden en que los animales como tales no pueden tener derechos. Por la misma razón por la que no pueden tener obligaciones: al no disponer de inteligencia, no tienen capacidad jurídica. Otra cosa es hablar de los derechos del ser humano con respecto al animal, como también hablaremos.  

Pero el problema no es ya que los animalistas quieran situar a los animales al mismo nivel que el ser humano. ¡El problema es que los quieren situar por encima! Esto parecerá una exageración, pero es algo que vemos a diario. Y a pesar de ser el colmo del absurdo, nos estamos habituando a ello como si fuera algo normal. No me resisto a poner algunos ejemplos:

Todos recordaremos a esos colectivos animalistas que pusieron el grito en el cielo cuando las autoridades sanitarias decidieron sacrificar al perro “Excálibur” por estar infectado de ébola y suponer un alto riesgo para la salud pública. Todos recordaremos esas imágenes de los activistas tirándose ante el furgón policial, forcejeando con los policías, llorando por el destino del perro y movilizando a todo el país a través de las redes sociales. Todavía hay algunos que, de vez en cuando, nos sorprenden con mensajes como “Excálibur, no te olvidamos” o “La injusticia de Excálibur se acabará pagando”. Absolutamente demencial. La conclusión es sencilla: tratar de evitar el sacrificio de un animal que supone un alto riesgo para la salud pública es colocar al animal por encima del ser humano. 
Imágenes tomadas de www.lasexta.com y misgalgasyoy.blogspot.com
Imágenes tomadas de www.noticias.lainformacion.com y www.madridiario.es
Imágenes tomadas de www.farodevigo.es, www.abc.es, www.politica.elpais.com y www.noticias.lainformacion.com

Otro ejemplo es el de tantísimos comentarios que, por desgracia, aparecen habitualmente en las redes sociales a cargo de animalistas que desean públicamente la muerte de los toreros cada vez que reciben una cornada. Sin ningún tipo de pudor, cientos de antitaurinos bombardean las redes sociales con mensajes del tipo “hoy sí que te mueres, hijo de puta”, “a ver si de una vez te mueres de una cornada”, “celebraré tu muerte con champagne”, etc. Comentarios inhumanos que manifiestan un odio descomunal y que se han hecho totalmente cotidianos ante la total pasividad de las autoridades. Un ejemplo concreto entre miles. El 26 de diciembre de 2015, el gran maestro del toreo Paco Camino se convirtió en trending topic al participar en una entrevista en el programa televisivo Tendido Cero. Pues bien, la cuenta @_2_COM, perteneciente al colectivo de ecologistas “Pinsapo”, emitió el siguiente twit, que copio textualmente: “Lamentamos que el torero Paco Camino sea TT sin fallecer, como sinceramente esperábamos y deseábamos. (…)”.Simplemente por aparecer en televisión y convertirse en tendencia en Twitter. Un ejemplo más de lo que significar colocar al animal por encima del ser humano. 


Imagen tomada de www.dicyt.com
Sirva también de ejemplo el de aquel pastor que fue denunciado por colectivos animalistas, que le acusaron de insultar a sus ovejas, causándoles un… “¡daño psicológico!” No es broma, aunque lo parezca. O el del hombre que fue condenado a prisión por dejar de echar de comer a sus caballos y a sus perros. Es cierto que esta desidia acabó provocando la muerte de estos animales. Pero parece ser que nadie tuvo en cuenta la complicada situación personal por la que, al parecer, el dueño atravesaba, y que le llevó a ese grado de dejadez. Los propios telediarios e informativos les están dando ya a los casos de violencia hacia animales la misma relevancia y consideración que a la violencia hacia las personas. 

Imagen tomada de www.canalrgz.com
Pero el ejemplo más claro de cómo la tendencia de situar al animal por encima del ser humano se está normalizando en la sociedad lo tenemos en la película “La Mula”. Este film, estrenado en 2013 y basado en la guerra civil española, comienza con una escena en la que un soldado muere al recibir un cañonazo en la cara, tras provocar verbalmente a los soldados del bando contrario. Esta muerte (que aunque ficticia, representa el fallecimiento de un ser humano) es tratada en la película como un elemento humorístico. O sea, como un “puntazo”. Incluso le acompaña una música divertida, que incita a la risa y al humor. Sin embargo, al final de la película, la separación del protagonista y su mula (que por muy bonita que sea, no deja de ser un animal) es tratada como un auténtico drama, como el momento más trágico de todo el film. De hecho, la música que le acompaña es absolutamente conmovedora, dándole al momento un aire desgarrador. 

Es muy fácil conmover a la sociedad mediante imágenes de animalitos que inspiran ternura, para intentar propagar un movimiento animalista que en realidad está manejado por sucios y oscuros intereses, como se verá más adelante. Es evidente que todo esto ha conducido hacia una sensiblería animalista disparatada y alejada de la naturaleza misma de la fauna. Pero además, de ahí se ha pasado a la circunstancia palpable de que el dolor animal tenga mayor repercusión social que el propio dolor humano. 

Antes de que a todos “se nos vaya la pinza”, deberíamos preguntarnos qué tipo de sociedad estamos construyendo y a dónde nos va a llevar este pseudo-animalismo irracional. Los anti-taurinos se llenan la boca diciendo que la tauromaquia es una lacra que hay que abolir. Pero habría que preguntarse si no son precisamente estos colectivos animalistas los que suponen una verdadera lacra para la sociedad por sembrar el odio, la confusión, la incultura y los contravalores. Y por situar al animal por encima de las personas; y a las personas por debajo de los animales. 

Los animalistas suelen recurrir a la falacia de que “quienes son violentos con los animales, también lo acaban siendo con las personas”. La experiencia no solamente demuestra que esto no es así, sino que además parece ser al revés. Más adelante explicaremos el grado de agresividad al que han llegado estos colectivos. Las acciones de los animalistas han alcanzado en muchísimos casos el umbral de la violencia, el vandalismo y el terrorismo, como comprobaremos en el apartado 9. A la vista de los hechos que allí se detallarán, más bien habría que afirmar que quienes tratan a los animales como personas, acaban tratando a las personas como animales

En el siguiente apartado estudiaremos en profundidad esa tendencia a atribuir a los animales cualidades humanas. Y comprobaremos por qué los animales como tales no pueden tener derechos.