Gary Francione. Imagen de www.theveganatheist.com |
Los
teóricos del “movimiento de liberación animal” (Francione, Singer, Regan, etc.)
han intentado extender el concepto de igualdad también hacia los animales. De este
modo, han lanzado y defendido la idea de que todos los animales son iguales,
incluyendo al ser humano. Este es el postulado central de la corriente
animalista. Para ellos, los animales deben ser considerados al mismo nivel que las
personas en dignidad y derechos. Y por la misma razón, el ser humano estaría al
mismo nivel que el resto de los animales. Así lo argumentan y defienden. Para
ellos el “especismo” (la diferenciación moral de unas especies con respecto a
otras) es una forma de discriminación. En términos coloquiales, bien podríamos decir
que “se les ha ido la pinza”. Estas
ideas, además de ser utopías de mentes cándidas, suponen un disparate absurdo
que conduce a varias paradojas. Vamos a desgranar algunas de ellas.
En
primer lugar, si aceptamos el postulado animalista, habría que admitir que la
pulga, la garrapata, la cucaracha, el tabarro, la mosca, la mariposa, la
libélula, el gusano, la lagartija, la rana o el escorpión deben tener la misma
dignidad y los mismos derechos que el ser humano. Los animalistas creen
firmemente en ello y así lo declaran. (Como opción moral podría ser respetable.
Lo que no es respetable es que intenten imponer está visión al resto de la
sociedad, como pretenden). Evidentemente, si adoptamos este pensamiento nadie
debería matar a las moscas que nos molestan en verano; ni eliminar de un
palmetazo al mosquito que nos pica en la pantorrilla; ni matar a las hormigas y
cucarachas que puedan salir en nuestra casa; ni poner veneno a las ratas que
amenacen nuestra cocina, etc. Ni siquiera podríamos acabar con todas esas
larvas e insectos que hay que matar para que un vegano pueda comerse una
lechuga…
Imagen tomada de www.limitesalvaje.blogspot.com |
Otra
de las paradojas del animalismo ya fue apuntada. Si entendemos que todos los
animales -incluidos los humanos- somos iguales en dignidad y tenemos los mismos
derechos, habría que preguntarse por qué el león, el tigre, el tiburón, el
zorro, el lobo o el gato tienen “derecho” a matar a otros animales, pero sin
embargo el ser humano no debe tenerlo. –Por cierto, recordemos que los
propios animales no sólo matan para comer, sino también por placer (ver
apartado 3)-. Algunos animalistas podrán argüir que el ser humano no debe
matar animales porque para eso está dotado de capacidad racional. Pero precisamente
es esto lo que nos otorga a los humanos una posición privilegiada dentro del
orden natural. Por ello no tendría sentido utilizarla para situarnos en
desventaja con respecto a las demás especies. Emplear una capacidad en contra
de la propia especie sería absurdo, antinatural y anti-ecológico. Ya hemos
dicho que ninguna otra especie lo haría.
Imagen tomada de www.www.losviajeros.com |
Vamos
a ver. En la naturaleza unos animales se comen a otros. Se destripan vivos, se
devoran. Es así. Es ley de vida. En todos los ecosistemas hay depredadores. El
tiburón se come al besugo, el gato a la lagartija, el león a la gacela, el lobo
al cordero, el zorro a la gallina, el pájaro al gusano... Y la existencia del
depredador es esencial para el equilibrio del ecosistema. Cualquier niño de 3º
de Primaria sabe que si eliminamos a cualquiera de los grupos de animales
presentes en la cadena de un ecosistema -por ejemplo al depredador-, el
ecosistema entero acaba desapareciendo. Todos los seres vivos que habitan en él
morirían debido al desequilibrio producido en la cadena alimentaria. Huelga explicarlo.
Imagen de www.psblogdecmedio.blogspot.com |
También
sabe cualquier niño que los animales, según su tipo de alimentación, se
clasifican en herbívoros, carnívoros y omnívoros. Pues bien, el ser humano,
desde que habita este planeta, es un animal omnívoro. O sea, que come de
todo: verdura y carne. Y además es depredador; igual que el león, el tigre, el
gato, el guepardo, el tiburón… Con lo cual, negarle su derecho a ser depredador
y a ser omnívoro no sólo es algo absurdo, sino también antinatural y anti-ecológico.
Quizás el problema sea que los supuestos animalistas del movimiento anti-taurino
han forjado sus cándidas mentes viendo películas y dibujos de Walt Disney donde
los animales hablan y tienen cualidades humanas; pero han visto muy pocos
documentales sobre la realidad de la naturaleza salvaje…
Imagen tomada de www.www.cuentosydemasparapeques.com |
Otra
de las paradojas del animalismo es el propio concepto de “derechos de los
animales”. Un disparate repetido hasta la saciedad que será abordada en el
próximo apartado. No obstante, adelantemos que muchos juristas y filósofos coinciden
en que los animales como tales no pueden tener derechos. Por la misma razón por
la que no pueden tener obligaciones: al no disponer de inteligencia, no tienen
capacidad jurídica. Otra cosa es hablar de los derechos del ser humano con
respecto al animal, como también hablaremos.
Pero
el problema no es ya que los animalistas quieran situar a los animales al mismo
nivel que el ser humano. ¡El problema es que los quieren situar por encima!
Esto parecerá una exageración, pero es algo que vemos a diario. Y a pesar de
ser el colmo del absurdo, nos estamos habituando a ello como si fuera algo
normal. No me resisto a poner algunos ejemplos:
Todos
recordaremos a esos colectivos animalistas que pusieron el grito en el cielo
cuando las autoridades sanitarias decidieron sacrificar al perro “Excálibur”
por estar infectado de ébola y suponer un alto riesgo para la salud pública. Todos
recordaremos esas imágenes de los activistas tirándose ante el furgón policial,
forcejeando con los policías, llorando por el destino del perro y movilizando a
todo el país a través de las redes sociales. Todavía hay algunos que, de vez en
cuando, nos sorprenden con mensajes como “Excálibur,
no te olvidamos” o “La injusticia de
Excálibur se acabará pagando”. Absolutamente demencial. La conclusión es
sencilla: tratar de evitar el sacrificio de un animal que supone un alto riesgo
para la salud pública es colocar al animal por encima del ser humano.
Imágenes tomadas de www.lasexta.com y misgalgasyoy.blogspot.com |
Imágenes tomadas de www.noticias.lainformacion.com y www.madridiario.es |
Imágenes tomadas de www.farodevigo.es, www.abc.es, www.politica.elpais.com y www.noticias.lainformacion.com |
Otro
ejemplo es el de tantísimos comentarios que, por desgracia, aparecen habitualmente
en las redes sociales a cargo de animalistas que desean públicamente la muerte
de los toreros cada vez que reciben una cornada. Sin ningún tipo de pudor,
cientos de antitaurinos bombardean las redes sociales con mensajes del tipo “hoy sí que te mueres, hijo de puta”, “a ver si de una vez te mueres de una cornada”,
“celebraré tu muerte con champagne”,
etc. Comentarios inhumanos que manifiestan un odio descomunal y que se han
hecho totalmente cotidianos ante la total pasividad de las autoridades. Un
ejemplo concreto entre miles. El 26 de diciembre de 2015, el gran maestro del
toreo Paco Camino se convirtió en trending topic al participar en una
entrevista en el programa televisivo Tendido Cero. Pues bien, la cuenta
@_2_COM, perteneciente al colectivo de ecologistas “Pinsapo”, emitió el
siguiente twit, que copio textualmente: “Lamentamos
que el torero Paco Camino sea TT sin fallecer, como sinceramente esperábamos y
deseábamos. (…)”.Simplemente por aparecer en televisión y convertirse en
tendencia en Twitter. Un ejemplo más de lo que significar colocar al animal por
encima del ser humano.
Imagen tomada de www.dicyt.com |
Sirva
también de ejemplo el de aquel pastor que fue denunciado por colectivos
animalistas, que le acusaron de insultar a sus ovejas, causándoles un… “¡daño
psicológico!” No es broma, aunque lo parezca. O el del hombre que fue condenado
a prisión por dejar de echar de comer a sus caballos y a sus perros. Es cierto
que esta desidia acabó provocando la muerte de estos animales. Pero parece ser
que nadie tuvo en cuenta la complicada situación personal por la que, al
parecer, el dueño atravesaba, y que le llevó a ese grado de dejadez. Los propios
telediarios e informativos les están dando ya a los casos de violencia hacia animales
la misma relevancia y consideración que a la violencia hacia las personas.
Imagen tomada de www.canalrgz.com |
Pero
el ejemplo más claro de cómo la tendencia de situar al animal por encima del
ser humano se está normalizando en la sociedad lo tenemos en la película “La
Mula”. Este film, estrenado en 2013 y basado en la guerra civil española,
comienza con una escena en la que un soldado muere al recibir un cañonazo en la
cara, tras provocar verbalmente a los soldados del bando contrario. Esta muerte
(que aunque ficticia, representa el fallecimiento de un ser humano) es tratada
en la película como un elemento humorístico. O sea, como un “puntazo”. Incluso
le acompaña una música divertida, que incita a la risa y al humor. Sin embargo,
al final de la película, la separación del protagonista y su mula (que por muy
bonita que sea, no deja de ser un animal) es tratada como un auténtico drama,
como el momento más trágico de todo el film. De hecho, la música que le
acompaña es absolutamente conmovedora, dándole al momento un aire desgarrador.
Es
muy fácil conmover a la sociedad mediante imágenes de animalitos que inspiran
ternura, para intentar propagar un movimiento animalista que en realidad está
manejado por sucios y oscuros intereses, como se verá más adelante. Es evidente
que todo esto ha conducido hacia una sensiblería animalista disparatada y
alejada de la naturaleza misma de la fauna. Pero además, de ahí se ha pasado a
la circunstancia palpable de que el dolor animal tenga mayor repercusión social
que el propio dolor humano.
Antes
de que a todos “se nos vaya la pinza”, deberíamos preguntarnos qué tipo de
sociedad estamos construyendo y a dónde nos va a llevar este pseudo-animalismo
irracional. Los anti-taurinos se llenan la boca diciendo que la tauromaquia es
una lacra que hay que abolir. Pero habría que preguntarse si no son precisamente
estos colectivos animalistas los que suponen una verdadera lacra para la
sociedad por sembrar el odio, la confusión, la incultura y los contravalores. Y
por situar al animal por encima de las personas; y a las personas por debajo de
los animales.
Los
animalistas suelen recurrir a la falacia de que “quienes son violentos con los animales, también lo acaban siendo con
las personas”. La experiencia no solamente demuestra que esto no es así,
sino que además parece ser al revés. Más adelante explicaremos el grado de
agresividad al que han llegado estos colectivos. Las acciones de los
animalistas han alcanzado en muchísimos casos el umbral de la violencia, el
vandalismo y el terrorismo, como comprobaremos en el apartado 9. A la vista de
los hechos que allí se detallarán, más bien habría que afirmar que quienes tratan a los animales como personas,
acaban tratando a las personas como animales.
En
el siguiente apartado estudiaremos en profundidad esa tendencia a atribuir a
los animales cualidades humanas. Y comprobaremos por qué los animales como
tales no pueden tener derechos.