10. LA DISTORSIÓN Y MANIPULACIÓN DE LA IMAGEN DE LA TAUROMAQUIA



La obsesión de los movimientos animalistas por ganar adeptos a su causa no sólo ha degenerado en la oleada de violencia, vandalismo y terrorismo anti-taurino comentada. A lo largo de los últimos años, estos colectivos han tratado de distorsionar y manipular la imagen de la tauromaquia, para intentar que se convirtiera en un tema polémico y cuestionado socialmente. Posiblemente se hayan visto abocados a ello debido a la inconsistencia, debilidad y falta de credibilidad del propio mensaje animalista. Pero recurrir a la mentira, a la manipulación y a la deformación de la realidad es una actitud tan miserable y reprobable como los actos de violencia y vandalismo referidos en el apartado anterior.  

El caso es que los colectivos anti-taurinos han proyectado hacia la sociedad una imagen absolutamente deformada y manipulada de la tauromaquia. Una imagen que no tiene nada que ver con la concepción que de este espectáculo tienen los millones de aficionados taurinos que existen en el mundo. El movimiento animalista se ha servido para esta gran manipulación del apoyo de ciertos medios de comunicación y de la gran plataforma que supone internet, y especialmente las redes sociales. Sin olvidar la gran ayuda económica que los grupos anti-taurinos reciben de asociaciones animalistas internacionales (ver apartado 15). 

Principalmente, estos colectivos han tratado de difundir la opinión de que “las corridas de toros son un espectáculo bárbaro y cruel, en el que se maltrata y se tortura a un animal”. Y que, por lo tanto, “todo aquel que apoye la tauromaquia es un degenerado, un sádico y un violento”. Resulta muy fácil lanzar este tipo de falacias, manipulaciones y disparates. Desmentirlas y refutarlas requiere de más tiempo y de más capacidad de análisis y reflexión. Y requiere de una actitud mental  abierta, actitud de la que carece un movimiento animalista que se cierra en banda a conocer en profundidad aquello que rechaza. Por otra parte, tiempo y capacidad de reflexión son cualidades que escasean en una sociedad tan estresada, tan enrarecida y tan receptiva al chiste fácil y a la etiqueta breve y ofensiva. Por este motivo, y porque a simple vista el espectáculo taurino puede tener una apariencia cruenta, es por lo que este tipo de mensajes han podido calar en una sociedad tan propensa a quedarse en la apariencia. Cuando se polemiza desde la ignorancia, además de hacerse un ridículo escandaloso, también se puede hacer mucho daño por acumulación de falacias y por deformación de la imagen. 
Imagen tomada de www.torosnotimurcia.blogspot.com

El sacrificio y muerte de los animales, así como el aprovechamiento de éstos por parte del ser humano, son cuestiones que ya han sido ampliamente abordadas en los apartados 3-7. Recordemos que el hombre, desde que existe sobre este planeta, ha sacrificado animales, y no sólo como medio de supervivencia o alimentación. También con fines de abrigo, protección, transporte, trabajo, obtención de materias primas, fabricación de todo tipo de utensilios, elaboración de productos cosméticos y farmacéuticos, celebraciones rituales, actividades lúdicas, culturales, artísticas, etc. Lo sigue haciendo y lo seguirá haciendo, porque es totalmente lícito. Recordemos que en la naturaleza los animales se matan unos a otros; se destripan vivos. Recordemos que el humanismo considera al ser humano con autoridad para disponer del animal en función de sus necesidades e intereses. Todos matamos de un palmetazo al mosquito que nos pica en la pantorrilla, o terminamos con las hormigas, cucarachas y ratas que puedan aparecer en nuestra cocina. Recordemos que el animalismo, además de ser antinatural, es una corriente de pensamiento cargada de incongruencias y contradicciones. No vamos a incidir nuevamente en todo ello; nos remitimos a los apartados 3, 4, 5, 6 y 7. 
Imágenes de www.taringa.net y www.elmundocurioso.com
Imágenes de www.losviajeros.com y www.dreamyourtrip.wordpress.com


Sin duda, la principal argucia del movimiento animalista ha sido el tratar de identificar la tauromaquia con el “maltrato animal”. En el apartado 18 se explicará con detenimiento por qué la tauromaquia no conlleva ni maltrato animal, ni tortura, ni ninguno de esos disparates que se lanzan al viento en estos tiempos. Allí nos remitimos. No adelantaremos esta cuestión, aunque el asunto se relacione directamente con la manipulación de la imagen de la tauromaquia. Por cierto, los profesionales taurinos suelen ser grandes amantes de los animales. Y defensores activos del medio ambiente, de la fauna y del equilibrio ecológico. Por más que se mate a un animal, éste no es un espectáculo cruel, ni bárbaro, ni de salvajes, ni de sádicos, ni de torturadores. Como no lo fue Lorca, ni Picasso, ni Goya, ni Cervantes, ni Becquer, ni Neruda, ni Alberti, ni Bergamín, ni ninguno de los cientos de intelectuales y artistas aficionados a los toros (ver apartado 2). Aún así, el taurino suele ser una persona respetuosa con el pensamiento animalista-antitaurino. Pero, evidentemente, debería exigir en el contrario el mismo respeto. 


Imagen de www.oocities.org
Los anti-taurinos comercian sin ningún escrúpulo con la imagen del toro moribundo vomitando sangre por la boca, con la que intentan provocar compasión en la sociedad y demostrar la supuesta crueldad del espectáculo taurino. Por más que pueda corresponder a una imagen real tomada en una corrida de toros, no deja de tratarse de una denigrante manipulación, debido a su utilización malintencionada y sacada de contexto. Es cierto que en algunas ocasiones una determinada colocación de la estocada puede provocar accidentalmente ese desagradable efecto del vómito de sangre. No siempre, claro está. Pero los colectivos animalistas utilizan esa imagen para vender una visión distorsionada del espectáculo y de los propios taurinos. Nadie va a una plaza de toros a ver eso. Ningún aficionado taurino disfruta con ello. Es algo que, inevitablemente, a veces ocurre. Pero utilizar esa imagen como referencia para hablar de la tauromaquia, tomando el todo por una parte accidental, es de una manipulación perversa e infame. Y aprovecharse de la sensibilidad natural hacia los animales (presente en cualquier persona) para manipular y dañar la imagen de una actividad cultural totalmente ética y legítima es una actitud incalificable, que denota una gran bajeza moral.

Poniendo un paralelismo muy grosero, pero adecuado. Yo podría tomarle una foto a Miss Universo cuando está defecando, recién levantada, sin peinarse ni lavarse la cara. Y podría realizar con ella una campaña mundial para demostrar su “horripilancia”. No dejaría de ser una fotografía real. Pero también sería una imagen manipulada, por su utilización malintencionada y sacada de contexto. Otro paralelismo. Yo podría tomar un video de una gacela ensangrentada y con las tripas fuera mientras es devorada por un león. Podría poner este video a cámara lenta; añadirle de fondo una música triste, que inspire lástima; superponerle un mensaje que mueva a la compasión; y realizar una campaña mundial para eliminar a los leones de todos los ecosistemas. O para proteger a las gacelas en espacios controlados, libres de depredadores. Podría hacerlo. Pero no deja de ser un disparate, que además demostraría una gran ignorancia sobre el funcionamiento de la naturaleza.

Imágenes tomadas de www.limitesalvaje.blogspot.com y www.dreamyourtrip.wordpress.com

Pues eso mismo es lo que están haciendo quienes comercian con imágenes taurinas descontextualizadas para polemizar sobre la tauromaquia y dañar su imagen. Es más, desde aquí podemos lanzar una hipótesis; una mera conjetura, pero bastante probable. Sabiendo que la captación de herencias es una de las fuentes de financiación del lobby anti-taurino internacional (ver apartado 15), no sería de extrañar que las organizaciones animalistas utilizaran dichas imágenes como reclamo para esas captaciones de herencias…

Imagen de www.torosenpuntas.blogspot.com
Por otra parte, por más que la muerte del animal esté presente y sea una parte fundamental del rito taurino, la esencia de la tauromaquia no está en el dolor o en el supuesto “sufrimiento” del animal. La opinión de que los aficionados taurinos se divierten viendo como se mata a un animal en un espectáculo público es totalmente errónea y desafortunada. Nadie va a una plaza de toros a ver eso. La base de la tauromaquia está en la admiración y veneración –casi reverencial- de un atributo exclusivo en el toro de lidia: la bravura. Una cualidad de la que carecen el resto de seres vivos sobre el planeta. La corrida es el rito de la exaltación de la bravura. Es un culto al toro, a su propia existencia. Y el buen aficionado no va a la plaza a ver sangre, sino a disfrutar de la enardecida entrega de un animal que defiende su casta hasta la muerte. Y a partir de ahí, en su relación con el hombre, surgen una serie de elementos técnicos, artísticos, éticos y estéticos que convierten la tauromaquia en una fuente de valores universales. Ya se hablará de ello más adelante…
Imagen de www.torosenpuntas.blogspot.com

Últimamente se ha extendido -con total impunidad por parte de las autoridades- la práctica de llamar “asesinos” a los toreros y a los propios aficionados taurinos. Independientemente de la dimensión delictiva que esto pueda conllevar -por el daño a la imagen y por la violación del derecho al honor de las personas-, es evidente que el hecho de llamar “asesino” a una persona que mata animales supone una clara deformación del lenguaje. Vamos a ver: el diccionario de la Real Academia Española de la lengua define el término “asesinar” como matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa. Por otra parte, define el pronombre “alguien” de esta forma: “Designa una o varias personas cuya identidad no se conoce o no se desvela”. Evidentemente, este concepto queda restringido a la acción de dar muerte a seres humanos, pero no a animales. 

Por cierto, si ampliáramos el concepto de “asesino” para designar a quien mata animales, todos seríamos asesinos. Desde el matarife, el carnicero o el granjero hasta el musulmán que degüella un cordero, pasando por todos los que utilizamos insecticida para eliminar los insectos y cucarachas, el niño que se divierte matando hormigas y moscas, los que exterminamos a las arañas y ratones de nuestra cocina, o los que –abusando del ejemplo- matamos a un mosquito de un palmetazo cuando nos pica en la pantorrilla. Y por supuesto, sin olvidar a los agricultores que matan las larvas e insectos de las lechugas que se comen los veganos. 


Identificar la tauromaquia con el maltrato animal, con la crueldad o con la barbarie es una falacia abominable y mezquina. Incluso, no han faltado políticos lumbreras que han comparado el espectáculo taurino con la violencia de género, con el holocausto, con la drogadicción, con el racismo, con la prostitución… Una repugnante falta de respeto hacia los millones de aficionados taurinos existentes en el mundo. Sin embargo, frente a todas estas acusaciones tan graves, el sector taurino ha demostrado a lo largo de todos estos años un pacifismo, respeto y educación verdaderamente ejemplares. Demasiado ejemplares. 

Ahora bien, recurriendo a comparaciones similares -aunque sin ánimo de hacer demagogia- habría que preguntarse a qué podríamos equiparar la actitud de intransigencia y xenofobia cultural que muestran quienes no respetan ni el espectáculo taurino ni a las personas que lo disfrutan... O con qué podríamos comparar las acciones de violencia, vandalismo y terrorismo anti-taurino reseñadas en el apartado anterior…  O a qué se asemeja la obsesión totalitarista por la prohibición de la tauromaquia... No seré yo quien establezca comparaciones tan evidentes. Cada cual que saque sus propias conclusiones a la luz de los hechos. Pero todo esto no acaba aquí. La montaña de falsedades y manipulaciones es tan grande que requiere de varios apartados...