En
el apartado anterior se desmontaron algunos de los bulos, malentendidos y falsedades
que la corriente animalista ha lanzado a la sociedad sobre la tauromaquia
durante los últimos años con total impunidad. Pero queda aún uno de los tópicos
más patéticos e infames: el que asocia al taurinismo con la derecha política.
Analicemos.
Evidentemente,
entre los millones de aficionados taurinos que existen en nuestro país, hay gente
de todos los colores, ideologías y condiciones. De derechas, de izquierdas, de
centro, creyentes, ateos, protestantes, musulmanes, chinos, japoneses, blancos,
negros, mulatos, payos, gitanos, jóvenes, ancianos, heterosexuales,
homosexuales, guapos, feos, altos, bajos, gordos, flacos, simpáticos,
antipáticos… Basta acercarse a una plaza de toros para comprobarlo. Ahora bien,
al movimiento animalista le ha interesado asociar en el imaginario colectivo al
mundo taurino con la derecha. A la misma vez, ellos han intentado instalarse en
la izquierda política, con la pretensión de darle al movimiento antitaurino una
apariencia de progresía, de lucha por la igualdad, por el progreso y por una
sociedad mejor. No se puede actuar de una forma más sucia y manipuladora.
No
es objeto de este blog citar a todas las personalidades izquierdistas que han
sido taurinos por profunda convicción. Aunque tampoco renunciaremos a recordar nombres
como los de Manuel Azaña, Ramón Tamames, Tierno Galván, Alfonso Guerra, Julio
Anguita, Enrique Múgica, José Bono, Manuel Chaves, Miguel Cid, Fernández
Bermejo, Celestino Corbacho, José Montilla, Tomás Gómez, José Blanco, Carmen
Calvo, Eneko Andueza… Todos ellos significadamente taurinos y de izquierdas. Al
igual que Rafael Alberti, Federico García Lorca, Miguel Hernández o el
mismísimo Ché Guevara. Y entre los toreros y profesionales taurinos de
tendencia izquierdista, la tira: Antoñete, Luis Miguel, Domingo y Pepe
Dominguín, Manuel Benítez, Manolo Molés… Como ejemplos concretos –entre
cientos- quedan esos carteles de novilladas benéficas realizadas a beneficio
del Partido Comunista hace más de 80 años. En palabras de El Juli: “Los toros no son de derechas ni de izquierdas.
Los toros son de todos”.
Imágenes tomadas de www.elartetaurino.com y www.jlmarinweil.blogspot |
Imagen tomada de de www.galeon.com |
Para
más inri, algunos no sólo relacionan la tauromaquia con la derecha, sino
también con… ¡el “fascismo”! Desde luego, hay que ser valiente para hacer el
ridículo de esa forma. Ahora bien, semejante disparate tiene su “explicación
política”. Evidentemente, los espectáculos taurinos han sido durante siglos uno
de los símbolos y referentes culturales de nuestro país. Le pese a quien le
pese. La tauromaquia es una manifestación cultural mundial; pero su cuna es
España. Y actualmente existe una absurda tendencia a emplear términos como “facha”
o “fascista” -por ejemplo- para referirse simplemente a personas que defienden abiertamente
la cultura española; o que se muestran orgullosos de su país, nación, patria, o
como queramos llamar. Eso sí: excepto en el fútbol. En el fútbol sí que está
permitido acudir al estadio ondeando banderas de España, con camisetas llenas
de símbolos españoles para apoyar a la selección y cantando eso de “Yo soy español, español, español…” sin
peligro de que nadie lo llame a uno “facha”. Curiosa la letanía de estupideces
a la que ha llevado la manipulación ideológica que los medios de comunicación y
ciertos partidos políticos han inyectado a los jóvenes de este país.
Pero puestos a seguirle el juego a los amantes del tópico y de las etiquetas, si los partidos de izquierdas son los partidos del pueblo, entonces la tauromaquia debería estar incluso más cerca de la izquierda que de la derecha. ¿Por qué? Pues muy sencillo. Porque no han existido en nuestro país espectáculos de mayor arraigo popular y de mayor enraizamiento entre las gentes humildes que las corridas de toros, junto a capeas, encierros y toda clase de festejos taurinos populares. De ahí proviene precisamente esa controvertida expresión de “Fiesta Nacional”. Este término no deriva del nacionalismo, ni de Franco, ni de Primo de Rivera, como algunos puedan creer ingenuamente. El espectáculo taurino, en sentido amplio, es muchísimo más antiguo que la propia existencia de España como nación. Por cierto, me parece estupendo que haya quien emplee el término “Fiesta Nacional”. Le pese a quien le pese, el toreo ha sido la fiesta nacional de nuestro país durante siglos. Sin embargo, también creo que se trata de una expresión muy simplista, por eso yo no la utilizo. La tauromaquia es mucho más que una simple fiesta o espectáculo de diversión. Y es mucho más que nacional. Es internacional. Universal.
COLISEO ROMANO DE NIMES. Imagen de www.mundotoro.com |
PLAZA DE TOROS MONUMENTAL DE MÉXICO. Imagen de www.elespanol.com |
Siempre
se ha dicho que los tendidos de una plaza de toros son el vivo reflejo de la
sociedad, al aglutinar a gentes de todas las ideologías, condiciones y niveles
económicos, sociales y culturales. También se ha dicho siempre que se trata de
un espectáculo democrático por antonomasia, siendo el propio pueblo el que
concede los trofeos o sanciona los errores de los actuantes. Ortega y Gasset
afirmó que la mejor manera de conocer la situación del país es asomarse a una
plaza de toros. -Por cierto, también declaró que no se puede conocer la
historia de España sin conocer la historia de las corridas de toros-. Y Enrique
Tierno Galván, el gran alcalde socialista, expresó que “los toros son el acontecimiento que más ha educado social, e incluso políticamente,
al pueblo español”.
Imagen tomada de www.polikracia.com |
La
cuestión es que todos los partidos, sin excepción, utilizan la tauromaquia como
arma arrojadiza y como moneda de cambio en función de sus intereses particulares.
Su actitud hacia el arte y cultura taurina depende siempre de la situación, de
sus pactos y coaliciones, de los sectores de electorado a los que pretendan
atraer en cada momento, etc. Y la atávica falta de unidad del sector taurino,
junto con el pacifismo inmovilista del aficionado, han permitido que esta
manifestación artística sea ninguneada e incluso atacada por la clase política.
¿Nos imaginamos que las artes de la música, de la pintura o de la literatura
dependieran del político de turno o estuvieran tan condicionadas por los
intereses sucios y cambiantes de cada uno de los partidos?
Todo
este entramado de intereses, junto a las presiones a los políticos por parte del
movimiento animalista y del lobby antitaurino (ver apartado 14) ha llevado a que
en determinados lugares se hayan tomado medidas prohibicionistas contra la
tauromaquia. La más denigrante de ellas, la prohibición de las corridas de
toros en Cataluña. Un auténtico disparate. Un expolio cultural injustificable.
Posiblemente, el mayor atentado contra la cultura y contra las libertades
individuales de la historia de la democracia española. Una medida que sólo es
comprensible en dictaduras y en regímenes totalitarios y absolutistas.
No
es objeto de este blog profundizar en este episodio tan lamentable, cuya
principal causa no es la defensa de ningún animal, sino la fiebre nacionalista
y el sucio juego político del resto de los partidos. Pero baste aclarar que en
Cataluña la afición a los toros es ancestral. Milenaria. Y que aún hoy existen
en esta región miles de aficionados cuya libertad ha sido impunemente cercenada.
Frente a las 50 mil personas que firmaron con objeto de prohibir al resto una
cultura que ellos no conocen, hubo en la propia Cataluña alrededor de 150 mil ciudadanos
que posteriormente firmaron a favor de los toros. Lo hicieron en la ILP aprobada
a nivel nacional para blindar y proteger la tauromaquia, y que recogió más de
medio millón de firmas en todo el país. Parece mentira que esto pueda ocurrir
en una “democracia”. Y parece mentira que en pleno siglo XXI, los aficionados
taurinos catalanes tengan que viajar fuera de su tierra para disfrutar de un
espectáculo de primera magnitud.
Esta
situación recuerda a la época en que los españoles viajaban a Francia para
poder ver las películas que estaban prohibidas por el régimen franquista.
Indignante el haber vuelto -sin exagerar- a la represión y a la censura.
Porque el hecho de que los alcaldes manden expulsar de los parques catalanes a
los aficionados que allí practican el toreo de salón al aire libre no es otra
cosa que pura represión. Y el hecho de que se prohíba la venta de artículos
turísticos relacionados con la tauromaquia, o incluso de que la alcaldesa de
Barcelona prohíba un cartel con la imagen de Morante de la Puebla anunciando la
feria taurina de Zaragoza no es otra cosa que pura censura.
Imágenes tomadas de www.elconfidencialdigital.com y www.cultura.elpais.com |
Imágenes de www.elakuria.com y www.purezayemocion |
Pero
las falsedades y mentiras del animalismo señaladas en los apartados anteriores
no terminan en toda esta manipulación política. Aún existe una patraña más
bochornosa: la que afirma que la tauromaquia está mantenida con fondos
públicos. Pero esto ya será objeto del siguiente apartado.