12. LA MANIPULACIÓN POLÍTICA



En el apartado anterior se desmontaron algunos de los bulos, malentendidos y falsedades que la corriente animalista ha lanzado a la sociedad sobre la tauromaquia durante los últimos años con total impunidad. Pero queda aún uno de los tópicos más patéticos e infames: el que asocia al taurinismo con la derecha política. Analicemos. 

Evidentemente, entre los millones de aficionados taurinos que existen en nuestro país, hay gente de todos los colores, ideologías y condiciones. De derechas, de izquierdas, de centro, creyentes, ateos, protestantes, musulmanes, chinos, japoneses, blancos, negros, mulatos, payos, gitanos, jóvenes, ancianos, heterosexuales, homosexuales, guapos, feos, altos, bajos, gordos, flacos, simpáticos, antipáticos… Basta acercarse a una plaza de toros para comprobarlo. Ahora bien, al movimiento animalista le ha interesado asociar en el imaginario colectivo al mundo taurino con la derecha. A la misma vez, ellos han intentado instalarse en la izquierda política, con la pretensión de darle al movimiento antitaurino una apariencia de progresía, de lucha por la igualdad, por el progreso y por una sociedad mejor. No se puede actuar de una forma más sucia y manipuladora. 

No es objeto de este blog citar a todas las personalidades izquierdistas que han sido taurinos por profunda convicción. Aunque tampoco renunciaremos a recordar nombres como los de Manuel Azaña, Ramón Tamames, Tierno Galván, Alfonso Guerra, Julio Anguita, Enrique Múgica, José Bono, Manuel Chaves, Miguel Cid, Fernández Bermejo, Celestino Corbacho, José Montilla, Tomás Gómez, José Blanco, Carmen Calvo, Eneko Andueza… Todos ellos significadamente taurinos y de izquierdas. Al igual que Rafael Alberti, Federico García Lorca, Miguel Hernández o el mismísimo Ché Guevara. Y entre los toreros y profesionales taurinos de tendencia izquierdista, la tira: Antoñete, Luis Miguel, Domingo y Pepe Dominguín, Manuel Benítez, Manolo Molés… Como ejemplos concretos –entre cientos- quedan esos carteles de novilladas benéficas realizadas a beneficio del Partido Comunista hace más de 80 años. En palabras de El Juli: “Los toros no son de derechas ni de izquierdas. Los toros son de todos”. 
Imágenes tomadas de www.elartetaurino.com y www.jlmarinweil.blogspot
Imagen tomada de de www.galeon.com

Para más inri, algunos no sólo relacionan la tauromaquia con la derecha, sino también con… ¡el “fascismo”! Desde luego, hay que ser valiente para hacer el ridículo de esa forma. Ahora bien, semejante disparate tiene su “explicación política”. Evidentemente, los espectáculos taurinos han sido durante siglos uno de los símbolos y referentes culturales de nuestro país. Le pese a quien le pese. La tauromaquia es una manifestación cultural mundial; pero su cuna es España. Y actualmente existe una absurda tendencia a emplear términos como “facha” o “fascista” -por ejemplo- para referirse simplemente a personas que defienden abiertamente la cultura española; o que se muestran orgullosos de su país, nación, patria, o como queramos llamar. Eso sí: excepto en el fútbol. En el fútbol sí que está permitido acudir al estadio ondeando banderas de España, con camisetas llenas de símbolos españoles para apoyar a la selección y cantando eso de “Yo soy español, español, español…” sin peligro de que nadie lo llame a uno “facha”. Curiosa la letanía de estupideces a la que ha llevado la manipulación ideológica que los medios de comunicación y ciertos partidos políticos han inyectado a los jóvenes de este país.  
Imagen tomada de www.juventudrebelde.org

Pero puestos a seguirle el juego a los amantes del tópico y de las etiquetas, si los partidos de izquierdas son los partidos del pueblo, entonces la tauromaquia debería estar incluso más cerca de la izquierda que de la derecha. ¿Por qué? Pues muy sencillo. Porque no han existido en nuestro país espectáculos de mayor arraigo popular y de mayor enraizamiento entre las gentes humildes que las corridas de toros, junto a capeas, encierros y toda clase de festejos taurinos populares. De ahí proviene precisamente esa controvertida expresión de “Fiesta Nacional”. Este término no deriva del nacionalismo, ni de Franco, ni de Primo de Rivera, como algunos puedan creer ingenuamente. El espectáculo taurino, en sentido amplio, es muchísimo más antiguo que la propia existencia de España como nación. Por cierto, me parece estupendo que haya quien emplee el término “Fiesta Nacional”. Le pese a quien le pese, el toreo ha sido la fiesta nacional de nuestro país durante siglos. Sin embargo, también creo que se trata de una expresión muy simplista, por eso yo no la utilizo. La tauromaquia es mucho más que una simple fiesta o espectáculo de diversión. Y es mucho más que nacional. Es internacional. Universal.
COLISEO ROMANO DE NIMES. Imagen de www.mundotoro.com

PLAZA DE TOROS MONUMENTAL DE MÉXICO. Imagen de www.elespanol.com

Siempre se ha dicho que los tendidos de una plaza de toros son el vivo reflejo de la sociedad, al aglutinar a gentes de todas las ideologías, condiciones y niveles económicos, sociales y culturales. También se ha dicho siempre que se trata de un espectáculo democrático por antonomasia, siendo el propio pueblo el que concede los trofeos o sanciona los errores de los actuantes. Ortega y Gasset afirmó que la mejor manera de conocer la situación del país es asomarse a una plaza de toros. -Por cierto, también declaró que no se puede conocer la historia de España sin conocer la historia de las corridas de toros-. Y Enrique Tierno Galván, el gran alcalde socialista, expresó que “los toros son el acontecimiento que más ha educado social, e incluso políticamente, al pueblo español”
Imagen de www.blogs.antena3.com

  
Imagen tomada de www.polikracia.com
Sin embargo, en los últimos años la tauromaquia ha sido politizada sin ningún escrúpulo por parte de todos los partidos políticos. La derecha muestra abiertamente su apoyo al espectáculo y a la cultura taurina, pero politiza los argumentos de su defensa. Y a la hora de la verdad, no lo apoya lo suficiente, quizás por cobardía ante las presiones, críticas y ataques del resto de grupos políticos. La izquierda se muestra ambigua. En función del lugar, de los políticos en cuestión, de las circunstancias y de los pactos y coaliciones, unas veces apoya decididamente la causa taurina, otras veces no se moja y otras incluso vota a favor de las propuestas prohibicionistas. La extrema izquierda se muestra abiertamente partidaria de la prohibición, junto al abanico de partidos minoritarios, nacionalistas, etc. Un auténtico despropósito que choca directamente con los principios de libertad, democracia y respeto que tanto dicen defender. Grave contradicción. Una enorme paradoja cuya razón de ser estriba en la presión a políticos por parte del lobby animalista (ver apartado 14). 

La cuestión es que todos los partidos, sin excepción, utilizan la tauromaquia como arma arrojadiza y como moneda de cambio en función de sus intereses particulares. Su actitud hacia el arte y cultura taurina depende siempre de la situación, de sus pactos y coaliciones, de los sectores de electorado a los que pretendan atraer en cada momento, etc. Y la atávica falta de unidad del sector taurino, junto con el pacifismo inmovilista del aficionado, han permitido que esta manifestación artística sea ninguneada e incluso atacada por la clase política. ¿Nos imaginamos que las artes de la música, de la pintura o de la literatura dependieran del político de turno o estuvieran tan condicionadas por los intereses sucios y cambiantes de cada uno de los partidos? 

Todo este entramado de intereses, junto a las presiones a los políticos por parte del movimiento animalista y del lobby antitaurino (ver apartado 14) ha llevado a que en determinados lugares se hayan tomado medidas prohibicionistas contra la tauromaquia. La más denigrante de ellas, la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Un auténtico disparate. Un expolio cultural injustificable. Posiblemente, el mayor atentado contra la cultura y contra las libertades individuales de la historia de la democracia española. Una medida que sólo es comprensible en dictaduras y en regímenes totalitarios y absolutistas. 
Imágenes tomadas de www.abc.es

No es objeto de este blog profundizar en este episodio tan lamentable, cuya principal causa no es la defensa de ningún animal, sino la fiebre nacionalista y el sucio juego político del resto de los partidos. Pero baste aclarar que en Cataluña la afición a los toros es ancestral. Milenaria. Y que aún hoy existen en esta región miles de aficionados cuya libertad ha sido impunemente cercenada. Frente a las 50 mil personas que firmaron con objeto de prohibir al resto una cultura que ellos no conocen, hubo en la propia Cataluña alrededor de 150 mil ciudadanos que posteriormente firmaron a favor de los toros. Lo hicieron en la ILP aprobada a nivel nacional para blindar y proteger la tauromaquia, y que recogió más de medio millón de firmas en todo el país. Parece mentira que esto pueda ocurrir en una “democracia”. Y parece mentira que en pleno siglo XXI, los aficionados taurinos catalanes tengan que viajar fuera de su tierra para disfrutar de un espectáculo de primera magnitud. 

Esta situación recuerda a la época en que los españoles viajaban a Francia para poder ver las películas que estaban prohibidas por el régimen franquista. Indignante el haber vuelto -sin exagerar- a la represión y a la censura. Porque el hecho de que los alcaldes manden expulsar de los parques catalanes a los aficionados que allí practican el toreo de salón al aire libre no es otra cosa que pura represión. Y el hecho de que se prohíba la venta de artículos turísticos relacionados con la tauromaquia, o incluso de que la alcaldesa de Barcelona prohíba un cartel con la imagen de Morante de la Puebla anunciando la feria taurina de Zaragoza no es otra cosa que pura censura. 
Imágenes tomadas de www.elconfidencialdigital.com y www.cultura.elpais.com
Imágenes de www.elakuria.com y www.purezayemocion

Pero las falsedades y mentiras del animalismo señaladas en los apartados anteriores no terminan en toda esta manipulación política. Aún existe una patraña más bochornosa: la que afirma que la tauromaquia está mantenida con fondos públicos. Pero esto ya será objeto del siguiente apartado.